En un mundo en el que constantemente nos decimos que debemos seguir a nuestro corazón, confiar en nuestro instinto, dejar nuestro trabajo y hacer lo que queremos; puede ser bastante desolador cuando no sabes lo que quieres o no sabes cómo empezar. Pero dejame decirte que, lo que en realidad quieres decir: que todavía no sabes quién eres. Suena duro, lo sé, pero casi siempre ello se debe a una falta de autoconocimiento.
No importa la edad que tengas, cuando sientes ese vacío provocado por el no saber qué dirección tomar, qué elegir o a qué aferrarte implica a menudo terminar “dejándonos llevar” en lugar de dar forma a una vida con significado.
Encontrar tu propósito no es necesariamente darte cuenta de lo que tienes que hacer el resto de tu vida: no es ni un trabajo, ni una relación ni un rol concreto. Es darse cuenta de que sin ti nada en este mundo existiría tal y como es. Es importante entender y empezar a creer que nuestro propósito es simplemente ser (lo que realmente somos). Cuando vinculamos el propósito a una profesión o a una pareja luego llegan los enormes vacíos cuando perdemos ese trabajo o a esa persona.
No es fácil ser ni autoconocerse, quizá no sabes que se te da bien ni qué es lo que más te gusta hacer pero está bien, simplemente, hay que probar, equivocarse y volver a probar hasta encontrar aquello en lo que naturalmente fluimos.
No saber qué hacer con tu vida es normal, pero saber lo que no quieres hacer con ella y hacerlo todos los días sin un plan para remediarlo en un futuro es quererte poco. No te lo mereces. Pregúntate “¿ni siquiera voy a intentar averigüar que quiero?”. Si no sabes qué quieres, ¿por qué no le dedicas tiempo a averiguarlo?
Nuestro propósito es ser la mejor versión de nosotros mismos e impactar al mundo desde ahí.